¡Hola a todos/as!, encantado de saludaros. Antes de empezar, agradecer a Tinta Púrpura y a Covadonga Gonzáles Pola-Jaquete este espacio que me brinda para hablaros hoy.
Soy Carlos Tolmo, actor especializado en voz, y el año pasado inicié junto a mi compañero Raúl García «De Viva Voz», una compañía teatral centrada en promover la tradición oral. Hemos empezado nuestra andadura poniendo voz en directo al maestro Edgar Allan Poe, dramatizando dos de sus relatos. La acogida ha sido excepcional y hemos llevado nuestras lecturas de gira por todo el país.
Ahora mismo estamos preparando nuestra segunda temporada y, como parte de ella, hemos lanzado junto con Tinta Púrpura el concurso Terror en Voz Alta. Entre los premios está que el relato sea dramatizado en nuestra próxima gira y, como no es un premio y requisito habitual para un relato, nos ha parecido interesante que os de unos consejos de qué criterios seguimos para seleccionar los relatos que leemos. Un relato puede ser artísticamente excepcional, pero eso no lo convierte automáticamente en idóneo para ser dramatizado.
Partamos de la base de que en una lectura dramatizada se lee el relato de principio a fin, sin paradas -al margen de las de la puntuación y/o dramáticas- y no se puede volver atrás. Hasta aquí ¡nada nuevo bajo el Sol!; pero las implicaciones son profundas.
En nuestras lecturas, una de las claves es conseguir captar la atención del público durante toda su duración. Para conseguir esto, una parte depende de nosotros, los actores y nuestra técnica; otra no menos importante, del autor/a del relato.
El ingrediente más importante para captar la atención es la imaginación del espectador. Así pues, un relato con partes que formen imágenes poderosas, icónicas, atraerá la atención; en aquellos pasajes que entren en abstracciones, procesos mentales o descripciones extensas cuesta más que se produzca esa chispa. Por supuesto, la creación de un ambiente adecuado es necesaria,
pero el tiempo para que se formen las imágenes en la mente del espectador es menor, además, lo abstracto incita a la reflexión y no hay tiempo en la lectura en directo para ello.
El ritmo del relato es otra de las claves para que el espectador disfrute: las ideas han de estar muy claras en la mente del autor y las palabras han de transmitirlas con precisión y concreción. Los pasajes que no aporten, que no hagan avanzar la historia, harán perder interés al espectador. Los giros argumentales, la tensión bien transmitida, lo atraparán haciéndole estar pendiente de cada palabra que se lea. Por supuesto, el control de la intensidad dramática es necesario, pero no hay tanto espacio para que la historia deje de avanzar si no se quiere perder al público. ¡Aunque ojo! tampoco se trata de convertir el relato en pirotécnico: todo en su justa medida.
Un detalle también -algo menor; pero notable- es la puntuación. En una lectura personal, en silencio, que la puntuación sea excesiva o incorrecta será un engorro, pero poco más. En directo el problema se amplifica y, aunque puede que el espectador no sepa por qué, le sacarán del relato los «parones».
Si tuvieramos que «etiquetar» este tipo de relato, lo situaría entre un relato clásico y el guión cinematográfico. Si bien no es necesaria la economicidad de palabras del guión y la imaginación del autor puede volar con total libertad, el transmitir lo máximo con poco es muy importante, así como que la historia avance y no quede «dormida». De nuevo, concreción sobre abstracción y ritmo.
Por último, y no menos importante, hay que pensar en las limitaciones técnicas. ¿Quién va a dramatizar el relato? ¿Cuántos actores/actrices hay en la compañía?. No se trata de limitar el número de personajes del relato, pero si por su relevancia o tipo de voz apropiada para la lectura se necesitan más actores/actrices, es más complicado representarlo en directo y más aún llevarlo de gira.
Para finalizar y cambiando un poco el dicho: vale más un relato que mil palabras. Un ejemplo de relato ideal para su dramatización es «Las que Pintaron la Oscuridad» de Óscar Navas, que fue ganador del primer concurso de relatos «Terror en Voz Alta» y que ha sido un disfrute para nosotros llevar de gira y, juzgando por sus reacciones, también para el público de escuchar.
¡Suerte y esperamos leeros en el concurso!.